Después de llenar su primer Luna Park y antes de salir de gira por Europa, los hermanos Sebastián, Camila, Valentín, Santiago y Máximo Andersen, acompañados por Andrés Nor y Julián Ropero, quienes terminan de dar vida con su base a esta familia, prometen una celebración en la que abunde la emoción de volver a reconectar con sus raíces.
Necochea vivirá cuatro días de fiesta en un par de fines de semana con motivo de celebrar sus primeros 142 años de vida. Y qué mejor que hacerlo con los propios, con aquellos y aquellas que desplegaron sus alas para girar por el mundo llevando bien en alto el nombre de su ciudad y mostrar el vuelo que puede tener el arte por estos pagos.
Así como el año pasado fue el turno de Enzo Sauthier, quien con su alter ego de FMK cautivó a unas 20 mil personas en la Plaza Dardo Rocha, este octubre le toca a la “familia con el pelo del sol que, a través de la meditación y la autodeterminación laboral, forjó su propio destino”, según los describió en una crónica que anunciaba su autogestivo “Festival Isoca” la revista Rolling Stone.
“Estamos muy contentos, todos los que formamos parte del Plan, hermanos y hermanas de todo el equipo, de ir a tocar a Neco. Es una alegría poder tocar en la plaza, en el centro, en este día tan lindo para celebrar”, aseguró Sebastián, vocalista y mayor de los cinco Andersen que dan vida a una banda en constante ascenso, que ha sabido trascender las fronteras del mainstream haciendo lo que les gusta, sin más concesiones que la de transmitir emoción a través de sus melodías y la poesía que los acompaña hasta en el cuerpo.
Dicen las fechas que el Plan de la Mariposa, que estará inaugurando al escenario principal de la fiesta de Necochea en la noche del viernes 13 de octubre, nació allá por 2008, cuando el más grande de los hermanos se unió con Camila (voz), Valentín (guitarra y voz), Santiago (violín, guitarras y arte) y Máximo (teclados y acordeón) para comenzar a armar una aventura propia que los llevara a conectarse con la agitación más pura del arte.
Pero, seguro, la historia no sea del todo certera y su unión -la unión de ellos como grupo a través de la música- haya sido muy anterior, aunque todavía sin etiquetas, en aquellas serenatas que papá les regalaba por las tardecitas, cuando llegaba de cultivar el campo y cambiaba las herramientas por una guitarra que no hacía mucho tiempo sabía controlar, mas amaba; o en esas celebraciones de luna llena y meditaciones en movimiento que organizaba mamá y encontraban a un montón de personas en el patio de su casa, buscando sanar a través de las emociones.
Con el tiempo, Andrés Nor sumaría el groove de su bajo a las largas rondas de improvisaciones caseras, donde empezaban a vislumbrarse algunas de las letras que se animaba a componer Sebastián, y cerraría el circulo virtuoso Julián Ropero en la batería, “clave” para terminar de ordenar las canciones, según cuentan los mismos integrantes.
Desde ahí, con shows en pequeños lugares, a veces entre amigos, otras con cinco o seis espectadores, es que llegaron los primeros aplausos y, con ellos, la oruga empezó a creer que podía ser mariposa. Fue la constancia, la insistencia y sobre todo el amor los que la ayudaron a quitar aquel miedo inicial a volar. Y, de repente, sintió el viento en las alas y se convirtió en algo mucho más hermoso -y más grande- de lo que había podido soñar.